lunes, 11 de julio de 2016

ESPERANZA...


     Todo ha pasado, pero como si nada hubiese pasado. Todo ha terminado, pero como si nada hubiese terminado. Carmona retoma la cotidianidad que acostumbra tener todos los días del año. Todo continúa como si nada hubiese sucedido, como si no se tuviese que recordar nada. Pero hace un mes, Carmona estaba enamorada, y ese amor que comenzó a sentir surgió de la nada y creció poco a poco...

     Desde hacía un tiempo, por la Plaza de Cristo Rey se venía respirando un aroma que difícilmente podía describirse, ese típico aroma a felicidad, alegría y nerviosismo que se suele respirar por la calle El Salvador cada Sábado de Flores. Lo cierto es que todos esos sentimientos y estados de ánimo no pueden olerse, pero los que frecuentan la casa de la devoción a la Esperanza sí son capaces de percibir. Es un privilegio que tenemos, y que estamos orgullosos de tener.

     Y esa mezcla tenía sentido. Y no es porque fuera el día en que la Iglesia del Salvador amanece como un jardín celestial, sino que, más bien, era porque, aun estando a viernes, parecía ese sábado. Todo esto tiene un por qué: por la plaza que cada Domingo de Ramos sale la Esperanza con su hijo Coronado de Espinos, y que el Viernes Santo ampara al que está Desamparado, los preparativos previos a la Salida Extraordinaria llegaban a su fin.

     Antes de esto, el Grupo Joven de la Hermandad había estado toda la semana adornando las calles por las que María Santísima de la Esperanza pasaría en la tarde-noche del día 11 de junio en Procesión Extraordinaria. Gran trabajo el del Grupo Joven que se desvivió por su Santísima Madre.

     Y así, como sucede cada víspera del Domingo de Ramos, el joyero que cobija y guarda a la Esperanza trasminaba el dulce olor al que nos tiene acostumbrados.

     Amaneció el gran día, el que toda la hermandad esperaba con ansia, el día en que toda Carmona se llenaría de Esperanza. Desde primera hora de la mañana, el entorno del la Iglesia lucía sus mejores galas para recibirla a ella. Era día de preparativos y de retoques de última hora para que todo estuviera a punto. En Santa María el altar mayor lucía esplendoroso.

     A las 18:45 se ponía la Cruz de guía en el dintel de la puerta, escoltada por dos faroles. Comenzaba a salir el cortejo en una tarde calurosa. Siguiendo a la cruz, representaciones de las distintas hermandades y asociaciones cofrades de Carmona; las banderas verde, morada y negra, representando a los tres titulares que salen a la calle cada semana de pasión, y tras ellas, varias parejas de hermanos y devotos y mujeres de mantilla. Siguiéndolas, el estandarte corporativo, tras el que se situaba el Libro de Reglas. y por fin, los ciriales.

     Ya se divisaba entre la penumbra del Divino Salvador la candelería que iluminaría la bendita cara de la Esperanza toda la noche. Tras la levantá, comenzaban a asomar los primeros varales a la calle. Nada más bajar la rampa, sonaba el Himno Nacional. Para despedirse de la plaza durante unas horas, sonaba "Esperanza en el Salvador", y así recordarle que no estuviese intranquila, porque Ella volvería.


     Comenzaba así el traslado a la Prioral de Santa María realizando el cortejo el recorrido usual de cada Domingo de Ramos. Tras la entrada en la Prioral, se vivía el primero de muchos momentos que serán recordados por los que allí estuvieron: María Santísima de la Esperanza se encontraba frente a frente con la Santísima Virgen de Gracia a los sones de su Salve. Toda la Prioral la cantaba en homenaje a la patrona y a la Virgen de la Esperanza, que no hay que olvidar que, aunque tengan distinta advocación, representan lo mismo: al Relicario de Dios. Tras posar los zancos en los mármoles de Santa María, comenzaba la misa, oficiada por el Arzobispo de Sevilla, Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina.

     Rozaba el reloj las diez menos cuarto de la noche cuando acabó la misa. El cortejo comenzaba de nuevo a formarse. Se levantó el palio y se vivió otro de los momento de la noche: Sonaba "Suspiros de España" en el interior de la Prioral para que María Santísima de la Esperanza se despidiese de la Patrona. Siendo las diez menos diez, el palio se encontraba encarado a la Puerta del Príncipe. El paso, de nuevo, pisaba el suelo carmonense y reviraba hacia la Plazuela del Marqués de las Torres como antiguamente hacía.


   
     Al llegar a la puerta del Convento de las Descalzas, las Hermanas Dominicas recibían a la Virgen. Tras este momento, una nueva marcha servía a los costaleros para llevar al palio a la esquina de la calle del Torno de Santa Clara, lugar emblemático del recorrido que la hermandad realizaba hace algunos años. Pasó por ella sin rozar un varal, hasta llegar a la puerta del Convento que da nombre a la calle, donde las hermanas cantaban también a la Virgen. El paso por el torno era de los momentos más esperados del recorrido, pues todos querían volver a comprobar cómo se volvía a realizar el milagro de que un paso de palio transitara por esa calle tan estrecha.


     Tras pasar por la calle Fermín Molpeceres y la calle San José, tenía lugar uno de los momentos más emotivos del recorrido: una madre, Ana Caro, acompañada de su hija, Laura Rodríguez, cantaban una sevillana frente por frente a la virgen. El estribillo de esa sevillana decía así:

"Tú eres la Madre de Dios,
la que me quita las penas,
eres Tú mi devoción,
mi Virgen de la Esperanza,
la Reina del Salvador."


     De nuevo, el paso comenzaba a caminar, esta vez con su marcha "Costaleros de la Esperanza". La cuesta de las Hermanas de la Cruz estaba como nunca había estado. La gente rodeaba al paso sin dejarlo andar, y los costaleros de nuevo volvían a deleitar a los allí presentes con un trabajo que por muchos se recordará. Como es tradicional, las Hermanas de la Cruz cantaron a la Esperanza, y una petalá recibió a la Santísima Virgen a la llegada al convento.


     Al llegar a la Iglesia de San Felipe, una representación de la Hermandad de la Amargura esperaba a María Santísima, que se puso frente a la puerta a los sones de "Amarguras". Para despedir a la Reina de la Esperanza, el Grupo Joven de la Hermandad de la Amargura le ofrendó una petalá. Bajaba la calle San Felipe y delante de la Parroquia de San Bartolomé, una representación de la Hermandad de Nuestro Padre y de la Hermandad del Santo Entierro esperaba, al igual que pasó en la Iglesia de San Felipe, al paso de palio. 

     La expectación crecía por momentos, pues en breve se volvería a vivir un momento mágico. Tras levantarse el paso justo antes de entrar en el Arco de la Puerta de Sevilla, los sones de la marcha "Mi Amargura" se escuchaban junto a las antiguas murallas de Carmona. Poco a poco el palio se adentraba en el arco y en el momento que atravesó el primero de ellos los aplausos se hicieron presentes. Una vez terminado el transitar por el arco, el paso se dirigía a la calle González Girón, donde lo esperaba el que fue el hermano mayor con el que reflotaría la hermandad. Al llegar a su casa arrió frente a su puerta.


     Tras pasar la calle, el palio comenzaría a girar para adentrarse en la calle que popularmente se conoce como "del Caño". Allí, una gran petalá perfumaba el paso de la Santísima Virgen por ese punto. Ya, en la calle San Pedro, una representación de la Hermandad de la Humildad y Paciencia y la Hermandad Sacramental de San Pedro, esperaba el paso de palio. Comenzaba de nuevo el palio a adentrarse en el arco por el que había transitado anteriormente, a los sones de "La Madrugá", lo que lo convirtió en uno de los momentos más sublimes y bellos del día.

     Al comenzar el transitar por la calle Prim, el Grupo Joven de la Hermandad de la Columna recibió a la Santísima Virgen con una petalá. Más arriba, el Grupo Joven de la Hermandad de la Expiración le ofreció otra.

     Carmona comenzaba a saborear los últimos compases del día en que se lleno toda de Esperanza. El transitar por la plaza de San Fernando la llevaría a la calle El Salvador. Y como es tradicional, la Virgen de la Esperanza entró de forma triunfal en la plaza de Cristo Rey con una gran petalá que sus jóvenes ofrendaron a la que es su Madre, como símbolo de amor que le profesarán por todos los tiempos. A los sones de "Rosario de Montesión" realizó su entrada en la Iglesia a las 3.58 de la mañana. Pero la noche aún aguardaba un último suspiro...

     Lola Román, hermana de la Hermandad, cantaba una sevillana en el interior de la iglesia, frente a la Esperanza, cuyo estribillo decía:

"Más de cuatro siglos lleva,
cada Domingo de Ramos
procesiona mi Hermandad, 
la Virgen de la Esperanza
que al cielo la llevarán."


     Terminaba así un día para recordar, donde la Esperanza inundó cada uno de los rincones de esta ciudad que nunca pierde lo que nunca debe perderse.


"Y de entre todas las virtudes, Dios escogió la de la Esperanza, y tuvo el acierto de ponerte frente a nosotros, para que generaciones pasadas, presentes y venideras te alabasen como Reina y tuviesen la dicha de mirarte a los ojos y reconocerte como Madre de toda Carmona"