"Entonces Pilato mandó azotar a Jesús. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le vistieron con manto de púrpura; se acercaban a él y le decían: <<¡Viva el rey de los judíos!>> Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez fuera y les dijo: << Ved que os lo saco para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna >>. Jesús salió fuera, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Pilato les dijo: << ¡Aquí tenéis al hombre!>>.
Pasó. Todo está consumado. Sólo nos quedan jirones en la memoria de aquellos días en los que la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Nuestro Señor se enseñaba en las calles. Quedémonos con esos recuerdos que nos afloran de vez en cuando y que nos hacen volver a soñar y esperar.
Se avecinaba un día de sol. Carmona sabía que estaba a punto de comenzar a vivir su Semana Santa. Las calles eran pregoneras del nuevo tiempo, que comenzaba con un nuevo Domingo de Ramos.
El día de antes, la Iglesia era un jardín. El "sábado de flores", como se conoce allí por donde la Esperanza es lo último que se pierde y en lo primero que se piensa, es un día de Hermandad. En todos los ámbitos. Los que conocen el ambiente lo saben.
Desde muy temprano, la gente asistía a su correspondiente parroquia para realizar la procesión de palmas. Al término de la misma, mucha gente se dirigía a la Iglesia del Divino Salvador. La Plaza de Cristo Rey lucía sus mejores galas. Dentro de la iglesia, los pasos estaban radiantes. Quedaban pocas horas para volver a vivir una nueva Estación de Penitencia, y eso se notaba en el ambiente.
Y llegó el momento esperado por todos. Las puertas se abrían con puntualidad inglesa para que el pueblo de Carmona recibiera a su Esperanza y a su Hijo Coronado por todos los pecados del mundo convertidos en espinas. La Cruz de Guía se posaba en el dintel de la puerta y sonaba el Himno Nacional, tocado por la Banda de Cornetas y Tambores Amor de Cristo y San Sebastián de San Juan de Aznalfarache que se estrenaba tras nuestro titular.
Sonó el llamador en el interior de la iglesia y se hizo el silencio en la plaza. Los ciriales anunciaban que el Hijo de la Esperanza pisaría de nuevo las calles. El público rompió en aplausos cuando Cristo comenzó a bajar la rampa. La primera marcha que sonó fue "El Salvador", tras la cual se interpretó "María Santísima del Rocío". Todo un espectáculo.
Ya salían capirotes verdes cuando el Cristo llegaba a la Plaza de Arriba. En la penumbra de la iglesia se apreciaban los respiraderos del palio aproximándose a la puerta. En ese momento, el silencio se hizo el dueño. Comenzaba a bajar María Santísima de la Esperanza la rampa. Sonó el Himno Nacional y tras él, "Como Tú, ninguna". Qué verdad encierra un título tan pequeño. En la parte final de la marcha una petalá despide a la Reina del Salvador, hasta que regresase de vuelta, ya de noche, a su joyero.
En la prioral de Santa María, la gente llegaba poco a poco. Los primeros nazarenos entraban en ella, mientras se divisaba a lo lejos al Cristo de la Coronación de Espinas entrando en la calle Martín López. Al llegar a la calle Carlota Quintanilla se interpretaban para el misterio "Ave María", "El Desprecio de Herodes", "La Expiración" y "Cristo del Amor" antes de entrar en la Prioral. A la llegada del palio la Banda Nuestra Señora de Guaditoca interpretó "Reina de Triana", "Virgen de los Reyes" y "La Macarena". Se cumplía así la Estación de Penitencia. Al salir de Santa María, La hermandad enfilaba la calle San Ildefonso, no como el año anterior en el que por las inclemencias meteorológicas se tuvo que volver por el camino más corto al Divino Salvador.
Comenzaba el misterio a volver a pisar de nuevo las calles tras salir de la Prioral, y lo hacía con su andar diferente y característico, que hace las delicias de los que están contemplando el paso. "Réquiem" y "Siete Palabras" servían para comenzar la segunda parte del recorrido. La Virgen salía de Santa María a los sones de "Hermanos Costaleros" y "Costaleros de la Esperanza", como homenaje a los que la portan. La tarde discurrió con normalidad, aunque a la salida de Santa María comenzó a levantarse una brisa un poco desagradable que hacía temer que la noche sería un poco fría.
La Hermandad continuó con el recorrido tradicional. Así llegó a la Cuesta de las Hermanas de la Cruz, punto clave del itinerario. En ella, las bandas no dejaban de tocar, dando lugar a una chicotá de ambos pasos que los llevarían desde el principio de la cuesta hasta las puertas del Convento, donde las Hermanitas cantarían a los titulares, y donde se viven momentos de gran belleza, como la petalá a la Virgen. A la llegada a la Iglesia de San Felipe se vivió otro momento importante del Domingo de Ramos, donde la Hermandad hizo la representación a la Hermandad de la Amargura. En este punto se vivieron momentos muy emotivos al paso de los titulares, además de una excelente interpretación de varias marchas a los pasos, siendo "Sentimiento Gitano", "Refúgiame", "Nazareno de la Salud" y "De mi vida, Señora" las que se le interpretaron al paso de Cristo.
La noche, como hacía presagiar la leve brisa de la tarde, se tornó en fría, a lo que acompañaba un aire bastante desagradable, que ocasionaba que fuera una tarea complicada el mantener las velas de los pasos encendidas. Se acercaba la cofradía a la Plaza de Cristo Rey, donde la gente esperaba para ver la entrada de la Hermandad. Los ciriales se adentraban en la Plaza y el Cristo lo hacía a los sones de "Aire para mis Penas" y "Amor de Madre", y cantando una saeta una devota de la Hermandad antes de entrar, realizando una entrada digna de mención. Y se acercaba la Esperanza. Antes de entrar en la plaza se paró el paso. Al levantarse la gente aplaudió la levantá. Se acercaba poco a poco el palio cuando comenzó a sonar "Siempre la Esperanza". En ese momento comenzó la gran petalá que organiza cada año el Grupo Joven para recibir a su Madre de la Esperanza. Los pétalos caían sin parar y el público que allí se congregaba rompía en aplausos y vítores a la Esperanza.
Al terminar la marcha, el capataz mandó parar el paso, y dedicó la levantá al Grupo Joven de la Hermandad. Desde aquí darle las gracias por tan emotivo gesto. Tras revirar el palio en la puerta y saludar a los que han acompañado a los titulares se posó de nuevo en la plaza. De nuevo, una saeta irrumpía entre el silencio, y al acabar la gente ardía en aplausos. Tras entrar el palio en el templo se cerraron las puertas del Salvador, sólo hasta el Viernes Santo...
Terminaba así un Domingo de Ramos soñado por todos, que hace que ya estemos soñando con un nuevo Domingo de Ramos, igual o más resplandeciente que el de este año.
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