domingo, 30 de abril de 2017

CRÓNICA DEL VIERNES SANTO

"Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamo en alta voz: << Elí, Elí, lemá sabactani >>, que significa: << Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? >>. Algunos de ellos que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: << Está llamando a Elías >>. En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: << Espera, veamos si Elías viene a salvarlo >>. Entonces, Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu."

     Y llegó el día en el que el más justo de los hombres muere para salvarnos a todos por nuestros pecados. Llegó, de nuevo, un Viernes Santo a Carmona.

      El día se avecinaba caluroso, sobre todo a la hora en que se debían abrir las puertas del Divino Salvador. La plaza de Cristo Rey se empezaba a llenar de gente poco a poco. 

      A la una en punto se abrieron las puertas para que el cortejo que acompaña al Santísimo Cristo de los Desamparados comenzara su discurrir por las calles de Carmona. Ya asomaban los ciriales a la puerta cuando se apreciaba el brillo de las tulipas en el interior del templo. Cuando comenzó a bañar el sol el monte silvestre que tanto caracteriza al paso la gente quedó asombrada por el buen gusto con que lucía exornado. El Santísimo Cristo ya descansaba en el suelo de la plaza y comenzó a ser subido. Tras revirar para la calle El Salvador el silencio se hizo en ella. Un grupo de personas, en su mayoría mujeres, casi todas vestidas de mantilla quemaban cera tras el paso. 

      Tras llegar a la lonja de Santa María, hizo su entrada en la Prioral, cumpliendo así con la Estación de Penitencia. La segunda parte del recorrido fue igual de solemne que la primera. El momento álgido de la procesión se vivía en el Torno de Santa Clara, donde por la estrechez y la singularidad de la calle el Cristo es bajado hasta las rodillas, siendo un momento de gran tensión entre capataces y costaleros por la concentración que requiere dicha calle. Al llegar a la puerta de las monjas, las hermanas clarisas cantaron al Cristo. En esta calle, varias saetas fueron interpretadas por distintos saeteros de nuestra ciudad. Al salir el paso de la calle y entrar en la calle Santa María de Gracia, el sol empezaba a dar la calor típica de los días más próximos al verano. 

      Al llegar la Cruz de Guía a la plaza de Cristo Rey, volvió a hacerse el silencio en ella. ya se divisaba al Cristo al final de la calle, y la gente enmudecía a su paso. La sombra de la torre del Salvador se proyectaba sobre la imagen de Cristo, que llegaba a revirar para iniciar la maniobra de bajada de la cruz para hacer la entrada en el templo. Ya se perdía en la penumbra de la iglesia de Cristo, y se despedía Carmona del Señor de los Desamparados, ese que nunca abandona ni desampara a los que lo necesitan.

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