miércoles, 13 de abril de 2016

CRÓNICA DEL DOMINGO DE RAMOS

     El cielo auguraba un día en el que las dudas serían la tónica general. Las nubes, las grandes enemigas de la Semana Santa, jugaban caprichosas al escondite con el Astro Rey.

     Por la mañana temprano, la Procesión de Palmas, que en un primer momento fue suspendida, se realizó con una celeridad a la que no estábamos acostumbrados. Tras ella, la Iglesia del Divino Salvador abrió sus puertas para que Carmona se reencontrase con su Esperanza y con su bendito hijo de la Coronación de Espinas. Unas leves lloviznas puntuales asustaban a los allí presentes y hacían que las caras de hermanos y devotos se tornaran en pesimismo e inseguridad.

     A las seis de la tarde, tras anunciar la hermandad que se realizaría el recorrido como se viene haciendo desde hace 450 años, se abrieron las puertas. Un sol de justicia inundaba la calle El Salvador y los primeros nazarenos comenzaban a discurrir por la plaza de Cristo Rey.

     El silencio reinaba en aquel lugar, refugio de tantos recuerdos, cuando el paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de la Coronación de Espinas salía. Sonó el Himno Nacional, este año interpretado por la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Redención de Córdoba, que se estrenaba tras él, y de nuevo, un año más sonó "Estrella Redentora". Ya estaba Cristo Rey pisando Carmona.

     Ya de lejos se escuchaban, muy tímidamente, los sones de la banda cuando los ciriales que anuncian la llegada de María Santísima de la Esperanza asomaban por la puerta. De nuevo, el Himno, y tras éste la marcha "Esperanza en el Salvador", dedicada a Nuestra Madre. Una lluvia de pétalos la recibía y creaba la alfombra de pureza que toda reina merece.

   


     Ya en Santa María, la gente se amontonaba en la entrada a la Prioral. El misterio asombraba a todo el mundo, por su andar y por su proceso de dorado que poco a poco está terminando. Dejando en los paladares un dulce sabor, entraba en la Prioral. 

     La virgen, por su parte, llegaba con los sones de "Mi Amargura" a la rampa que da acceso a Santa María, no sin antes embelesar a los allí presentes con una revirá digna de mención. Tras realizar su entrada por la Puerta del Príncipe, y tras reunirse la Junta de Gobierno, la Hermana Mayor anuncia que tras salir, se volverá al Salvador por el camino más corto, ya que existía un riesgo que no podía obviarse. 

     La gente que había contado ya con que la hermandad realizara su recorrido tradicional se agolpó en la calle Martín López, la Plaza de San Fernando la calle El Salvador y, como no, la Plaza de Cristo Rey. 




     Ese bullicio, ansioso de Semana Santa, exprimía hasta la última gota este Domingo de Ramos atípico. La noche ya había caído en Carmona.



     En la plaza de Cristo Rey, no cabía ni un solo alfiler. Una plaza como nunca antes había sido vista esperaba con impaciencia la llegada del cortejo. El Cristo de la Coronación de Espinas llegaba a la plaza con el estilo que tanto disfruta Carmona cada tarde de Domingo de Ramos. Tras interpretarse las marchas "De vuelta al Porvenir" y "El Sacramento de Nuestra Fe", entraba el paso de misterio.


     Tras la espera y con los sones de "Reina de Triana", se adentraba en la plaza el palio de la Reina del Salvador, siendo recibida por la petalá, de nuevo, que sus jóvenes hijos habían deshojado pétalo a pétalo, como señal de amor hacia su Madre. Como el movimiento de un pétalo que caía, así se movía el palio. Conjunción perfecta. Tras la revirá, el palio comenzaba su ascenso por la rampa del Salvador, un poco apresurado.






      Tras interpretar el Himno Nacional, se posaba el palio en el suelo de la iglesia, y tras sonar el llamador, una saeta sonaba en el interior de la misma, dedicada a María Santísima de la Esperanza, y tras ella, una al Señor de la Coronación de Espinas.


     Finalizaba así un Domingo de Ramos distinto, pero no por ello menos emocionante. Ya sólo nos queda soñar con el mes de junio, en el que, Dios Mediante, Nuestra Madre de la Esperanza volverá a salir para conmemorar los 450 años de historia que llevamos a nuestras espaldas, 450 años en los que la Esperanza nunca ha faltado en Carmona.

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